El Salvador vive un holocausto invisible por los agrotóxicos

  • 24 agosto, 2021
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¿Sabía usted que cada año en el mundo se intoxican cerca de 3 millones de personas por el uso de agrotóxicos?

Además hay registros que a nivel mundial mueren más de 220 mil personas. Esto significa 660 muertes por día, es decir 25 muertes por hora.

En El Salvador la situación también es grave, según datos de la Unidad Ecológica Salvadoreña, UNES, 80 mil toneladas de fertilizantes y 4 mil 300 toneladas de plaguicidas son importadas cada año.

Estos fertilizantes y plaguicidas se aplican a los cultivos sin ningún control que sea efectivo y sin tomar en cuenta «los peligros que suponen para la salud humana y el medio ambiente».

Óscar Grande, un agricultor de la zona de San Luis Talpa del departamento de La Paz, señaló que la carga inducida por el uso intensivo de plaguicidas repercute en la salud de los agricultores y supone impactos diferenciados en la niñez y en las mujeres.

Grande dijo que también ese daño repercute en quien consume los alimentos contaminados.

Óscar Grande tiene insuficiencia renal desde hace 6 años y nos comenta que padecer esta enfermedad en el país es lamentable, entre otras cosas, porque no hay acompañamiento por parte del sistema de salud.



Imagen de UNES

Y es que todo este daño sucede porque los agrotóxicos no fueron inventados para la agricultura y no fueron solicitados por los agricultores, son un producto de la guerra.

En la Primera Guerra Mundial, Alemania fue bloqueada y los aliados prohibieron la importación del salitre chileno y otros abonos nitrogenados que podían utilizarse en la fabricación de explosivos.

Cuando terminó la guerra los alemanes tenían un enorme stock de nitratos, que ya nadie quería.

La industria química los recicló y se los impuso al agricultor. Así nacieron los abonos nitrogenados. La agricultura fue una especie de basurero para la industria de la guerra.

Como producto de la guerra ellos fueron creados para matar al hombre, para destruir sus plantaciones, no para hacer beneficio a la humanidad, dicen los ecologistas y agricultores.

Cuando explotó la primera bomba atómica, en el verano de 1945, viajaba en dirección a Japón un barco americano con una carga de fitocidas, suficientes para destruir el 30% de las cosechas.

Más tarde, en la guerra de Vietnam, estos mismos venenos, con otros nombres tales como “agente naranja”, sirvieron para la destrucción de decenas de miles de kilómetros cuadrados de bosques y de cultivos.

De esta forma dicen los miembros de la Mesa por la Soberanía Alimentaria, es que los productos agrotóxicos en el caso salvadoreño son responsables de la intoxicación directa de 1 de cada mil salvadoreños por año, lo que supone 94,6 por ciento de casos de intoxicación por cada 100 mil habitantes, cifras que no tienen en cuenta el impacto de los plaguicidas para la proliferación de enfermedades como el cáncer y anomalías congénitas.

Luis González, de la UNES, señala que en el país pese a las amenazas, el Gobierno actual y empresas productoras de estos venenos han creado alianzas.



Imagen de UNES

Los datos del Banco Central de Reserva indican que el monocultivo de la caña de azúcar está dejando buenas ganancias al país, ya que se cotiza muy bien en los mercados internacionales, sin embargo esta producción intensa y acelerada profundiza la brecha de desigualdad en el país, entre la agroindustria y la vida de los y las campesinas, pues contrariamente a lo que pudiera pensarse, la riqueza asociada a la exportación de azúcar no genera bienestar para las comunidades, sino todo lo contrario, genera muerte y destrucción.

El campo salvadoreño se ha convertido en un holocausto silencioso, donde según datos de la Unidad Ecológica Salvadoreña, los agrotóxicos producen una tercera causa de muerte general en el país y es la primera causa de muerte en hombres y la quinta en mujeres.

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