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Editorial

Celebraciones y agendas


Redacción YSUCA / 20 agosto 2021 / 6:50 pm

Editorial UCA
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Por tradición, la independencia de los países centroamericanos se ha celebrado como si se tratase de una fiesta, cuya relevancia depende de cuánto dinero se gasta en ella. Una muestra fue la celebración del bicentenario del primer grito de independencia, hace 10 años. Tanto en México como en Centroamérica, aquella gesta fue recordada con fuegos artificiales, festivales, show de artistas, etc. Lo que se echó en falta fue algún tipo de esfuerzo por resignificar la independencia o por dar a la ciudadanía algún conocimiento histórico del proceso que llevó a ella. Pero no siempre ha sido así. Historiadores salvadoreños, como Carlos Gregorio López Bernal, han determinado que la celebración de la independencia varía en consonancia con el momento histórico que se vive. En cada celebración se rescatan elementos del pasado y se los reinterpreta a la luz del momento que se vive. Esas interpretaciones no cambian arbitrariamente, sino en función de las agendas políticas e ideológicas de los gobernantes de turno.

A partir de las celebraciones de inicios del siglo XX, se resaltó el contenido nacional en detrimento del centroamericano, porque se quiso destacar el aporte de los próceres salvadoreños. A mediados del siglo XX, copiando la tradición estadounidense de porristas (cheerleaders), se incorporó a los desfiles de la independencia, como elemento de atracción, la presencia de alumnas de colegios e institutos en ropas menores. En los  ochenta, en plena guerra civil, los militares adquirieron un enorme protagonismo en las celebraciones del 15 de septiembre. En ese entonces, no se hablaba tanto de la independencia, sino de la defensa de la libertad que, por supuesto, estaba a cargo del Ejército, obviando que en 1821, durante la declaración de independencia, no se disparó ninguna bala ni fue requerida la presencia de personas armadas.

Los aniversarios de la independencia se han utilizado también para promover la imagen de los gobernantes. Un claro ejemplo de esto se encuentra en Gerardo Barrios, quien se valía de las fiestas oficiales para afianzar su imagen pública. En 1861, siendo ya presidente del país, logró que la Asamblea Legislativa le diera 23 facultades extraordinarias que iban en contra de la Constitución vigente y que extendiera el período presidencial a 6 años, siendo él el primer beneficiado. Según diversos historiadores, ese mismo año se pretendía colocar el retrato de Barrios en la Sala Consistorial y proclamarlo mandatario vitalicio.

En 2019, recién comenzado el mandato del gobierno de Nayib Bukele y antes de la pandemia, la conmemoración pública de la independencia mostró con claridad las apuestas de la actual administración. A diferencia de años anteriores, los estudiantes de secundaria fueron relegados, a los efectivos de la Fuerza Armada se le llamó “héroes” y como tales protagonizaron el desfile. Ese acto presagio la aguda militarización de la seguridad pública que se ha implementado desde entonces, en detrimento de la Policía Nacional Civil y de la misma Constitución. En este sentido, en la ya muy próxima celebración del bicentenario, Bukele podría dar un nuevo paso para afianzar simbólicamente su desbocada huida hacia adelante, en la que los tímidos avances del país en democracia y estabilidad han saltado por los aires. Todo presagia que en esas fiestas no se celebrará la independencia, sino la dependencia de toda la dinámica nacional a los deseos y apuestas del presidente.