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La zafra: el negocio de la muerte


Redacción YSUCA / 25 diciembre 2020 / 3:51 pm

Tumba de Kimberly Vásquez

Kimberly Vásquez habría cumplido 8 años en agosto, pero su cuerpo no soporto el catéter yugular para la diálisis que mantuvo durante 11 meses. La insuficiencia renal acabo con su vida el 23 de marzo de 2020, en plena pandemia.

La diagnosticaron como niña nefrótica a los tres años de edad. La mayor parte de su corta vida la paso viajando al Hospital Bloom, cuenta entre lágrimas su madre Santos Saravia.

 

 

Kimberly es una de tantas víctimas de la industria cañera. Su familia vive en San Nicolás Lempa, Tecoluca departamento de San Vicente donde las comunidades están rodeadas de cañales. Su madre trabajaba en la zafra cuando estaba embarazada, así adquirió la enfermedad, le dijo el medico que vio a Kimberly por primera vez.

Las avionetas riegan los agrotóxicos sin previo aviso. Dejan ir el veneno a poca distancia de las viviendas sin importar que mate sembrados, contamine el agua y acabe con la vida de los habitantes.

La zafra deja contaminación y  muerte, pero también deja secuelas en quienes pierden a un ser querido debido a la insuficiencia renal.

 

Kimberly esta enterrada en el patio de la casa con el permiso del alcalde y los habitantes de San Nicolás. El ministerio de Salud quiso exhumar el cadáver argumentando que había fallecido por Covid-19, sin embargo,  los documentos del hospital dejaron claro que la causa de la muerte había sido insuficiencia renal.

Ahora Santos Saravia se enfrenta a otra incertidumbre: su nieta de un mes de edad podría tener problemas en los riñones. El médico le ha recomendado realizar una ultra renal para descartar o confirmar un nuevo caso en su familia que podría ser insuficiencia renal.

La casa de los Saravia esta cercana a los cañales, donde los aviones a una baja distancia  riegan el veneno previo a la zafra. Los cañeros no avisan a las familias cuando será el riego del madurante, por lo que es difícil tomar medidas de protección o evacuación.

 

200 personas mueren al año por insuficiencia renal en Zacatecoluca

 

Los agrotóxicos que usa la industria cañera, provoca por lo menos 200 muertes por insuficiencia renal solo en el municipio de Zacatecoluca. Es la información que ha logrado obtener la Asociación para el Desarrollo de El Salvador (CRIPDES) mediante un estudio en marcha sobre el impacto del monocultivo de la caña de azúcar en los habitantes de Zacatecoluca, especialmente en Tecoluca. Los datos provienen de un nefrólogo asegura Sonia Guadalupe Hernández promotora de CRIPDES de San Vicente, quien está al frente de la investigación.

Según el estudio, cada año se diagnostican entre 300 y 400 casos nuevos de insuficiencia renal solo en ese municipio.

En el año 2002  un informe de la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos destacó un inusual y elevado número de personas con insuficiencia renal crónica denunciado por habitantes del Bajo Lempa. Según el informe, tres cuartas partes de los afectados con enfermedad renal terminal en el Hospital Rosales, habían estado en contacto con plaguicidas y herbicidas.

Ese año la Procuraduría estableció “graves afectaciones al derecho a la salud a consecuencia de la contaminación ambiental, las deficiencias en los servicios de salud y un número elevado de casos de insuficiencia renal crónica, especialmente en hombres y adultos mayores”.

A pesar de la cantidad de enfermos por insuficiencia renal que hay en el bajo Lempa no existe una clínica pública cercana, tampoco se ha querido decretar estado de emergencia. 

La representante de CRIPDES de San Vicente destacó que este año dos personas de Tecoluca murieron en el Hospital Rosales esperando turno para ser atendidos por la insuficiencia renal que padecían. Los enfermos y su familia hacen todo lo posible por aferrase a la vida. Venden terrenos y ganado para conseguir dinero y curarse.

Tratarse la enfermedad en hospitales privados es más costoso, dice Sonia Hernández. Algunos enfermos necesitan diálisis diariamente a un costo de 150 dólares cada una.

Riego con bomba

La insuficiencia renal no se adquiere de un día a otro. Los pobladores pueden pasar años absorbiendo los herbicidas, plaguicidas y madurantes antes de ser diagnosticados con la enfermedad.

Quienes viven entre los cañales y sobreviven de la zafra pasan casi todo el año expuestos a los agrotóxicos. Eso lo sabe muy bien José Rosales habitante de Agua Zarca, Zacatecoluca quien vive de la industria cañera.

Al año se riegan cuatro veces los cañales, explicó José. La primera es un fertilizante o sellante luego de la siembra. Este riego se hace con tractor

El segundo riego es para matar la plaga, especialmente el coralillo que podría acabar con la cosecha entera. Para ello se riega el insecticida counter, producto altamente toxico que según la advertencia en su etiqueta puede ser mortal si se ingiere, se inhala o se absorbe a través de la piel. Para regarlo es necesario que los trabajadores usen guantes y mascarilla. Sin embargo, hay trabajadores que no tienen los implementos de protección, ya que las empresas no les dotan de ello y la compra debe correr por su cuenta.

Según José, el Counter puede alcanzar hasta 5 kilómetros desde el lugar donde se aplicó. Por si  fuera poco, los botes del insecticida son tirados en los ríos, provocando contaminación en el agua que usan los habitantes de las comunidades.

El tercer riego es con bomba también para combatir las plagas. Aquí se aplican los químicos  llamados piraña y Karate. La última aplicación es el madurante que tiene como fin quemar la caña y prepararse para la nueva siembra. Este riego se hace con helicóptero o avión y es el mas peligroso porque se hace a poca altura y afecta el agua, las siembras y la salud de los pobladores.

 

Río San Antonio

 

 

Solo en la finca Lombardia donde suele trabajar José, son 13 comunidades las que están expuestas a los agroquímicos. Por esa finca atraviesa el río San Antonio, el que los empresarios cierran durante el verano para regar la caña. Por el mes de febrero el agua del rio ya no llega a las comunidades, pues es retenida por un embalse que fabrican los cañeros.

Los habitantes que viven de la pesca con afectados por estas acciones ilegales.

 

 

 

 

 

 

Precarización laboral a causa de la zafra

La zafra inicia el 20 de noviembre, trabajo al que se dedica la mayoría de las familias de la zona de agua zarca. Aunque la zafra implica un ingreso para los campesinos, también lleva explotación laboral. La tarea la pagan a $ 6 dólares que implica trabajar desde las 6:00 hasta las 10:00 de la mañana. El tiempo se ha reducido debido a las manifestaciones y presiones de los mismos trabajadores.

Los empresarios a veces amenazan a los trabajadores con usar la maquinaria mejor conocida como la cosechadora, con lo que sustituyen al trabajador. Por temor a quedarse sin trabajo los empleados acceden al bajo salario y a las largas jornadas.

Cada vez les han ido complicando mas el trabajo por el mismo salario, explica José. Se refiere a que, ahora la caña se siembra en surcos de piña. Lo que complica mas la extracción. La sacada de la caña puede durar de 6 de la mañana hasta las 12 del mediodía por los mismos 6 dólares. La cantidad de caña que sacan es mayor por el mismo precio, lo que beneficia a los empresarios. 

Cuando los trabajadores son de otras comunidades la explotación es mayor. El transporte los llega a recoger a las 3 de la mañana y regresan a sus casas a las 4 o 5 de la tarde.

 

 

Las quemas de la caña es otro problema para la salud de los pobladores. En ocasiones el fuego se pasa a las casas y ha habido necesidad de evacuarlos.

El fuego acaba también con la fauna dice José Carlos Jiménez habitante de la comunidad El Coco. Asegura que cada vez son más los cañales alrededor de las comunidades. En El Coco son un promedio de 90 personas, unas 29 familias, casi todas trabajan en los cañales y son vulnerables a los efectos de los agrotóxicos.

 

 

“Ellos se llevan el dinero y a nosotros nos dejan las cenizas”

 

El monocultivo de la caña de azúcar afecta los bosques salados, uno de ellos los manglares del estero de Jaltepeque. Los insecticidas y  madurativos se arrastran durante el invierno y llegan a los manglares y zonas protegidas afectando la fauna y flora, ahí muere el camarón y el pescado. A esto se suma que al terminar la zafra lavan el ingenio Jiboa  y esa agua va a parar al río. Es una cadena de efectos, dice Antonio Jovel de la Intercomunal IDES, de la cual es presidente.

Desde la parte norte del departamento de San Vicente y la Paz pasando por municipios de Zacatecoluca y Tecoluca hasta llegar al estero de Jaltepeque la afectación del cultivo de la caña es evidente.

Las quemas de caña también afectan a los pobladores dice Antonio. En algunas fincas, la producción de caña por año es por lo menos de 70 toneladas de caña por manzana de tierra, lo que implica enormes ganancias para los empresarios cañeros.

El líder comunitario es de la idea que los empresarios se lucran a costa del trabajo de los campesinos. Mientras ellos se llevan el dinero al pueblo le dejan el tile, las cenizas de las quemas, las enfermedades.

 

 

Se han enviado documentos al Ministerio de Medio Ambiente  y al Ministerio de Agricultura y Ganadería informado sobre el impacto que provoca el monocultivo de la caña. Pero por el momento nada ha cambiado. Para Antonio, leyes hay suficientes, lo que falta es voluntad política para parar el impacto de la industria de la muerte.