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Opinión

Visibilizar a los pobres


Redacción YSUCA / 12 enero 2022 / 5:18 pm

Por José María Tojeira
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Si algo temen los poderosos que se sirven del poder en beneficio de sí mismos, es que se visibilice a los pobres. Ellos se esfuerzan en decir que todo está bien, y que si hay algo deficiente muy pronto todo estará mejor. En América Latina no somos una excepción. Y en general nuestros mártires son personas que desde el Evangelio y el amor al prójimo contribuyeron a visibilizar a los pobres, reconociéndolos como personas con dignidad y derechos y dándoles fuerza para buscar el desarrollo de su libertad. Así fue nuestro santo Monseñor Romero, “padre de los pobres y voz de quienes no tienen voz para defender sus derechos”, y así fueron Rutilio y Cosme, a los que ya pronto la Iglesia beatificará, junto con sus acompañantes laicos. Hoy, cuando nuestra Iglesia salvadoreña se prepara para la fiesta de la beatificación, es importante retomar la tarea de nuestros mártires, que es también tarea permanente de la Iglesia: Hacer visibles a nuestros hermanos más pequeños y olvidados, y devolverles su dignidad de hijos e hijas de Dios.

El Papa Francisco, en su reciente mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, nos recordaba la necesidad de convertirnos en “arquitectos” de la paz. “Como en el tiempo de los antiguos profetas, -nos dice el Papa- el clamor de los pobres y de la tierra sigue elevándose hoy, implorando justicia y paz”. Clamor que escucharon y visibilizaron Cosme, Rutilio, Nelson y Manuel, y al que trataron de responder cristianamente incluso con la ofrenda de sus vidas. Hoy, para construir esa paz anhelada, Francisco nos propone en su mensaje para la jornada de la paz, el diálogo entre generaciones, la educación de calidad y el trabajo digno. Ello supone visibilizar a los jóvenes, a los ancianos, a los niños y a las mujeres como los sectores más vulnerables dentro de las tareas que se nos proponen. También nuestro arzobispo ha publicado recientemente su Quinta Carta Pastoral, recordando los 500 años de la Evangelización en El Salvador y nuestros 200 años de independencia. En ella nos invita, recordando a Mons. Romero, a “hacer propio el dolor, las necesidades y aspiraciones de los pobres, defendiéndolos en todo momento”. En estos días de fin de año, también un sacerdote de nuestro clero nos hablaba de visibilizar los sufrimientos de los privados de libertad y de sus familiares. Sufrimientos injustos que van más allá de las penas impuestas por la ley. Si no vemos a los que sufren, si no los visibilizamos, tanto nuestra sociedad como cada uno de nosotros haremos como el sacerdote y el levita de la parábola del buen samaritano: pasar de largo.

Cosme visibilizaba a los pobres desde su cercanía franciscana a los mismos y desde su preocupación por las labores agrícolas campesinas. Rutilio visibilizaba a los pobres empoderándolos de su dignidad de hijos e hijas de Dios, con derechos a una vida digna. Dos de esos mismos pobres lo acompañan en esa suprema dignidad del martirio, que identifica con Jesús, el Señor. Las víctimas de la violencia física, sexual o psicológica, los y las jóvenes desaparecidos, los golpeados por la pandemia, los que sufren la degradación medioambiental, las víctimas de un modelo económico exageradamente individualista, que provoca marginación e incluso hambre, los privados de libertad, privados también arbitrariamente de trato digno y de la visita familiar, nos siguen mostrando el rostro dolorido del crucificado. Visibilizarlos es el primer paso hacia el diálogo constructor de paz, que debe ser intergeneracional, y hacia ese desarrollo integral que es factor indispensable de paz. Que San Óscar Romero y los beatos Cosme, Rutilio, Nelson y Manuel, nos acompañen en esa tarea de ser testigos de la fraternidad universal, de la justicia y de la paz.

 

* José María Tojeira, director del Idhuca.