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Editorial

Un pleito absurdo


Redacción YSUCA / 19 abril 2021 / 8:30 pm

Editorial UCA
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A nivel oficial, Estados Unidos ha sido considerado por El Salvador como su amigo y aliado preferencial desde hace más de 100 años. Muchos recuerdan al presidente Francisco Flores diciendo que el mayor honor que había recibido en su vida era que George Bush le llamara “amigo”. A pesar del paso del tiempo y los cambios en ambos países, la influencia dominante de uno sobre otro ha permanecido. Solo en el actual Gobierno se han comenzado a ver situaciones inesperadas. La coyuntura más reciente ha estado marcado por el viraje en la política de Estados Unidos hacia la región centroamericana, que ha alterado el tradicional respeto y dependencia salvadoreños hacia la nación del norte.

Los mensajes de la administración de Joe Biden han insistido en la lucha contra la corrupción, el apoyo al desarrollo, el freno a la migración y la defensa de los derechos humanos. A cambio promete ayuda económica. Así, la actual agenda estadounidense para la región se aleja de la complacencia con el autoritarismo y de la manipulación propagandística y antiinmigrante de la era Trump. En ese marco, una serie de congresistas del partido demócrata entraron en polémica con el presidente Bukele, quien no tardó en responder con su agresividad característica. Aprovechando la coyuntura, China ha comenzado un proceso de acercamiento con el Gobierno salvadoreño.

La situación obliga a preguntarse si la actitud de Bukele responde a una estrategia planificada o es una una amarga y espontánea respuesta a la nueva política estadounidense, diferente de los halagos y mieles de la anterior administración. Todavía es temprano para saberlo, pero de lo que no cabe duda es de que los migrantes y sus remesas son claves para El Salvador. Dada la situación económica del país, es un verdadero despropósito enfrentarse con los congresistas que apoyan dar la residencia a quienes tienen el TPS y a otros migrantes sin papeles. Creer que China puede igualar la relación económica y de cooperación con los Estados Unidos sería de ilusos. Endeudados como estamos, dolarizados y dependientes de préstamos, no conviene olvidar la influencia estadounidense en la mayoría de los bancos y agencias internacionales.

Por supuesto, Estados Unidos no siempre ha sido un aliado ético. Durante nuestra guerra civil, no tuvo inconvenientes en contribuir a ocultar masacres, apoyar asesinos o corruptos, y dar ayuda militar, haciendo caso omiso de que las causas del conflicto armado eran económicas y sociales. Ciertamente, oponerse a tendencias imperialistas es una actitud ética. Pero eso es una cosa y otra no saber manejar situaciones políticas. Estados Unidos enfrenta un drama humanitario en sus fronteras, dada la fuerte afluencia de migrantes y la incapacidad de atenderlos. El momento es propicio para una negociación en favor de los migrantes salvadoreños y de reducir el éxodo hacia el norte a través de inversiones en el campo productivo.

Pelearse con los congresistas más cercanos a nuestro país es políticamente absurdo. Y hacerlo porque insisten en temas vinculados a la libertad, la lucha contra la corrupción, la transparencia y los derechos humanos añade ácido a una situación de por sí insostenible. Un cambio de actitud de parte del Gobierno de Nayib Bukele es necesario si quiere apoyar a los salvadoreños que residen en Estados Unidos y buscar modos de estabilizar económicamente a El Salvador.