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Opinión

La política de no hacer caso


Redacción YSUCA / 26 abril 2022 / 5:03 pm

Por José María Tojeira, S.J.
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Cuando un sistema político no hace caso de las advertencias que se le hacen desde la ciudadanía, se corre con mayor o menor velocidad hacia el fracaso, sin importar los recursos, las ideologías, las propagandas o las mentiras que se puedan invertir, desarrollar o inventar. Le pasó a Arena, que en un momento parecía un partido casi eterno e inagotable, con su propio sistema de gobierno plutocrático. Le pasó al FMLN, que fue incapaz de desarrollar un sistema de gobierno realista y con verdadera dinámica de justicia social, limitándose a dar continuidad al sistema anterior con algunos ajustes más abiertos a la democracia, aunque escasos. Y le pasará al actual sistema, hoy con apariencia de todopoderoso, si continúa con la tendencia actual de enfrentamiento y de no hacer caso a lo que en muchos aspectos le repite un sector de la ciudadanía. No se trata de hacer caso en todo, pero sí de reflexionar sobre lo que se le dice, dialogar y tomar medidas que broten más de la reflexión que del capricho autoritario.

Porque, en efecto, el actual Gobierno se está convirtiendo en un experto en el tema de no hacer caso de advertencias racionales e incluso legales. Se le dice que no puede discriminar por edad y sigue adelante con la purga de jueces mayores de 60 años. No hace caso a la Corte Interamericana de Derechos Humanos cuando esta le ordena que brinde un informe sobre dos jóvenes a quienes el Ejército desapareció en 1981. Como tampoco obedeció al juez de El Mozote cuando pidió abrir archivos militares. No hacen caso del aumento de precios de los alimentos y el jefe de bancada del partido en el poder se da el lujo de decir que si no fuera por el presidente la comida estaría muy cara. No se hace caso de las normas legales cuando se trata de echar adelante una venganza política e incluso meter presos a quienes de alguna manera estorban los proyectos gubernamentales. Y no se toman en cuenta advertencias muchas veces repetidas que llevan a instituciones gubernamentales a hacer el ridículo internacional.

Entre estas últimas está la contradicción y el absurdo, que ya practicaban Arena y el FMLN, de tener una Fiscalía que persigue el crimen al interior del país y que defiende los crímenes y las violaciones de derechos humanos del Estado en las instancias internacionales. Se les ha advertido a los Gobiernos que deben tener instancias distintas para acusar desde el Estado y para defender al mismo. Pero hasta el momento actual todos han preferido esa esquizofrenia fiscal de defender fuera delitos estatales mientras en el interior se persigue a ciudadanos. Cuando el caso de la masacre en la UCA y otros vinculados a violaciones estatales llegaban a instancias internacionales del sistema americano de derechos humanos, allá acudía un fiscal a decir que todo estaba bien en El Salvador. Lo mismo ha sucedido ahora cuando, ante las acusaciones de perseguir a la prensa, un fiscal dice ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que en El Salvador no se persigue a la prensa, ni a quienes tienen una posición crítica ante el Gobierno actual.

No se hace caso a recomendaciones en temas de política penitenciaria, a pesar (o precisamente por eso) de que con frecuencia se violan derechos de los privados de libertad. Por supuesto, el actual Gobierno no se da por aludido cuando se le recomienda que ratifique los acuerdos de Escazú ni, mucho menos, cuando se le advierte sobre los daños ecológicos del aeropuerto de oriente. No se escucha la petición de que firme el protocolo facultativo a la convención de la tortura o a las convenciones sobre desaparición forzada. Ni parece importarle que las violaciones sexuales continúen en aumento y que haya una enorme impunidad al respecto. No hace caso cuando se le advierte que, ya sea por ignorancia o por mala voluntad, está diciendo mentiras. Y por más respeto con que se les digan las cosas a los funcionarios, incluso amenazan con llevar a la Fiscalía a cualquier persona que les diga que están diciendo falsedades. La hipocresía y hacer el ridículo poniendo rostro de persona honorable ha sido una característica permanente, diríamos que secular, de demasiados políticos, dentro y fuera de nuestro país. Pero los políticos y seguidores del partido en el poder se están llevando un Óscar con las actuaciones sordas y cerradas a cualquier tipo de advertencia crítica que se les pueda hacer. Eso, más temprano que tarde, termina llevando al fracaso. Solo el diálogo abre puertas al futuro.