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Opinión

Embustes presidenciales


Redacción YSUCA / 21 mayo 2021 / 8:11 pm

Rodolfo Cardenal
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La comunidad internacional no reaccionó al emplazamiento del presidente Bukele, quien exigió le explicaran las condenas por los hechos ocurridos el 1 de mayo. El vacío lo llenó él mismo con un mensaje dirigido a “las voces que nos piden que volvamos al pasado”. La respuesta presidencial reafirma desafiantemente que “los cambios que estamos realizando son irreversibles. No vamos a volver al pasado, iremos hacia el futuro. Quisiéramos que nos acompañaran, pero si no lo desean, los comprendemos. Bendiciones”. La reacción, en su moderación, es engañosamente lógica.

El presidente confunde el pasado de Arena y del FMLN con la institucionalidad democrática, débil y vulnerada, pero institucionalidad democrática, al fin de cuentas. El despiste, deliberado o simple confusión mental, le sirve para subrayar que no regresará a esos regímenes ahora aborrecidos, con sobrada razón. Pero, en realidad, a donde no quiere retornar es a la institucionalidad democrática, un obstáculo que entorpece la realización de sus fantasías. La astuta identificación del ordenamiento democrático con Arena y el FMLN mete de contrabando el cambio de régimen político en el imaginario popular.

El mismo embuste utiliza para desvanecer el señalamiento de Washington, que acusa de corrupción a su portavoz principal, a uno de sus aliados políticos más importantes y a otros socios cercanos. La reacción presidencial convierte la denuncia en una competencia entre los más corruptos. “Dicen los ‘amigos’ que ya revisaron bien todos los archivos e información que tienen, y que en Arena no hay corruptos”. Washington no afirma que en Arena no haya corruptos, sino que en el círculo íntimo de Bukele hay corruptos. El señalamiento es altamente peligroso, porque atenta contra la credibilidad del discurso presidencial. El mandatario no se atreve a negar la corrupción de sus colaboradores cercanos, sino que, en descargo, alega que en Arena es mucho mayor. La desmesurada corrupción de este partido vuelve irrelevante cualquier otra corrupción, incluida la de sus colaboradores. Así, Bukele desvía la cólera popular hacia Arena, mientras los suyos salen indemnes.

La realidad, dada su estructura dinámica, solo puede ir hacia el futuro. El pasado es inexistente, excepto por la posibilidades abiertas o cerradas que determinan el presente y condicionan el futuro. Por este lado, el mandatario puede descansar tranquilo. No hay más salida que hacia adelante. Lo realmente determinante es qué futuro construye en la actualidad. Qué posibilidades abre y cuáles cierra. La transparencia y la rendición de cuentas están cerradas, la corrupción está abierta. El futuro depende de cómo enfrente el ahora determinado por el pasado y su figura pende de las posibilidades apropiadas en la actualidad. Hasta ahora, todo apunta a un futuro no democrático, autoritario. Al parecer, es lo que mejor se le da a los hermanos Bukele y a mucha gente que piensa, erradamente, que esa forma de dirigir el Estado es la solución para sus necesidades más sentidas.

El deseo de encontrar acompañantes en la comunidad internacional no es sincero. Los compañeros se ayudan, pero también se escuchan, discuten y acuerdan. Bukele no desea esa clase de compañías, sino unas que lo auxilien sin ponerle “peros”. Por eso, en lugar de agradecer la lista de corruptos de Washington como una alerta, la ha recibido sarcásticamente. Más que compañeros, Bukele busca incondicionales, como los que lo rodean e integran su aparato burocrático. Ninguno osa tener opinión propia, ninguno se atreve a decir lo que piensa ni actúa por su cuenta. Difícil imaginar qué futuro puede construir una comparsa de esa naturaleza. Por muy talentoso que sea su jefe, es humanamente imposible que tenga las respuestas para enfrentar la actual crisis sanitaria, social, económica y política.

Menos mal que dice comprender que lo dejen solo y aislado. Cuestión abierta es cuán lejos pueda llegar con sus ideas y las de sus hermanos. Pretender caminar solo en un mundo tan complejo, pensando que solo él conoce el sendero que conduce a ese futuro no definido, es una temeridad que no puede terminar bien. La cantinela de romper con “los mismos de siempre” ha venido a desembocar en ser menos corrupto que ellos. O como dice la voz popular, “Todos roban, pero este al menos da algo”. Aparentemente, robar un poco menos que “los de siempre” transforma en bien lo que igualmente es delito e inmoralidad pública.

Las bendiciones finales están de más. Su sinceridad es dudosa. Expresan la condescendencia de Bukele con “unos amigos” reacios a acatar sus dictados. Bendecir es decir-bien, desear-bien y hacer-bien a todos, amigos y enemigos. Quien mal-dice, esto es, quien insulta, quien desprecia y quien humilla, no tiene capacidad para bendecir. Bendice quien está bendecido y los bendecidos o bienaventurados son los pobres, los que lloran, los hambrientos, los que tienen hambre y sed de justicia, los limpios de corazón y los perseguidos por el poder opresor.

 

* Rodolfo Cardenal, director del Centro Monseñor Romero.