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Opinión

Devaneos del orgullo presidencial herido


Redacción YSUCA / 16 abril 2021 / 8:00 pm

Rodolfo Cardenal
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El Twitter presidencial dejó pasar en blanco la visita del enviado especial de Washington. La visita no era un asunto menor como para guardar silencio. Casa Presidencial no contestó la solicitud de un encuentro con el presidente de dos horas de duración. Así, devolvió el desplante que la Casa Blanca hizo a Bukele durante su visita a la capital estadounidense en febrero, y las dos casas habrían quedado a mano. Sin embargo, la de San Salvador pierde más que la de Washington. Estados Unidos puede impulsar sus planes sin Bukele, pero este necesita de la colaboración estadounidense para los suyos.

Sorprende que el presidente Bukele haya rehusado conversar sobre la relación entre las dos naciones, la corrupción, la emigración, la regularización de los salvadoreños residentes en Estados Unidos, el comercio, la inversión y los préstamos, temas muy destacados en su discurso. Aquí no estaba en juego la soberanía nacional frente al imperialismo yanqui, sino el orgullo presidencial herido por las críticas de Washington, que censura a Bukele por su gestión autoritaria, por tolerar la corrupción y por su tenaz resistencia a rendir cuentas. Antes de conversar, la Casa Presidencial de Bukele exige que Washington baje el tono de los señalamientos, es decir, que lo deje hacer a su antojo. Mejor, si lo honra como el mejor presidente latinoamericano.

En teoría, las dos casas presidenciales están de acuerdo en preservar el régimen democrático y en combatir la corrupción. Pero mientras la Casa Blanca estima que la democracia y la integridad son claves para contener la inmigración irregular, la Casa Presidencial de Bukele habla de democracia, pero gobierna autoritariamente, y sentencia que “el dinero alcanza cuando nadie roba”, pero solo persigue a algunos de sus enemigos, en tanto que con los amigos es complaciente. Así, mientras Washington dona dos millones de dólares a la CICIES, Bukele gasta más de un millón de dólares en cabilderos que negocien el acuerdo con el FMI, porque el gabinete económico, al cual corresponde la tarea, no es competente.

Corrupción e incapacidad van juntas. La incompetencia es una forma de corrupción, ya que derrocha estérilmente unos recursos escasos, y la corrupción es incapacidad, porque impide elevar la inversión social y desarrollar infraestructuras de beneficio común. La corrupción es un mal estructural, que incide directamente en la desigualdad, la violencia social y la emigración. Casa Presidencial conoce su relevancia, pero no está por una lucha sin cuartel, sino selectiva. En la campaña electoral, Bukele prometió una institución para combatir eficazmente la corrupción, como la que en ese entonces operaba en Guatemala.

Una vez en la presidencia, creó la CICIES, pero sus resultados son exiguos: alguna colaboración con la Fiscalía General y doce avisos de posibles actos de corrupción en cinco dependencias estatales. No ha ido más lejos por falta de autonomía y de personal, por la poca capacidad técnica de los fiscales y los policías, por la cooptación funcional de los controladores y por vacíos legales en temas como el enriquecimiento ilícito, el lavado de dinero, la extinción de dominio y la normativa penal. Nada de esto es nuevo ni desconocido. No ha sido modificado porque la corrupción y la impunidad son elementos orgánicos de la institucionalidad. El comisionado de la CICIES aprovechó la visita del enviado de Washington para señalar públicamente las debilidades que aquejan a la institución que dirige. Mientras el diplomático tomaba nota de la situación, el presidente Bukele rechazó otorgar independencia a la CICIES, argumentado que es “lo peor que pudiéramos hacer”.

No debe haber sido una decisión fácil renunciar a recibir al enviado de la Casa Blanca y a la fotografía y a los discursos protocolarios, un espaldarazo nada despreciable para el presidente Bukele. Pero el encuentro era demasiado arriesgado. No solo por los temas de la agenda, sino también porque Bukele no controlaría el discurso ni ocuparía el primer plano en solitario. Ante tantas contingencias, optó por evadir al mensajero. Una postura tan poco diplomática e inteligente muestra el límite de su presidencia. Bukele y sus asesores se mueven bien en el ámbito interno, pero no en el internacional. Washington, en cambio, sin pasar por alto el desplante, califica la visita como exitosa, puesto que estableció claramente su agenda para el Triángulo Norte.

La Casa Presidencial de Bukele ha demostrado poca habilidad diplomática, incapacidad para maniobrar en el ámbito internacional e inadaptación al mundo real. Así, el presidente salvadoreño quedó al margen, cosa rara, dado su afán protagónico. Si no se suma a los esfuerzos para fortalecer el Estado democrático y erradicar la corrupción, corre el peligro de permanecer aislado. El dilema tiene solución difícil. O se aviene a impulsar una lucha frontal contra la corrupción, caiga quien caiga, y abandona el autoritarismo, o se encierra en su reino de maravillas, al igual que los regímenes dictatoriales de Nicaragua, Venezuela y Cuba.

 

* Rodolfo Cardenal, director del Centro Monseñor Romero.