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Opinión

Derechos Humanos e Iglesia


Redacción YSUCA / 10 mayo 2022 / 4:32 pm

Por José María Tojeira, SJ
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En este tiempo en el que vivimos un “estado de Excepción” que limita derechos ciudadanos, ha habido, de hecho, una fuerte polémica sobre los Derechos Humanos. Ha habido personalidades que se han burlado de quienes trabajan esos temas, o incluso han acusado a instituciones defensoras de derechos de dedicarse a hacer negocio con el tema. En ocasiones algunos líderes políticos han dado a entender que solo el Estado es el fiel cumplidor de los Derechos Humanos. En ese contexto resulta necesario reflexionar y recordar lo que la Iglesia nos dice sobre los Derechos Humanos. Recordemos el discurso del Papa Juan Pablo II, en la Asamblea General de las Naciones Unidas, en 1979, en la que tocó específicamente ese tema.

En ese discurso afirmaba el Papa que el documento fundamental de las Naciones Unidas era “la Declaración universal de los Derechos del Hombre, del hombre como individuo concreto y del hombre en su valor universal. Este documento es una piedra miliar puesta en el largo y difícil camino del género humano” hacia su progreso de la vida moral. Los derechos humanos son así, en la mentalidad y pensamiento de Juan Pablo II, una moralidad externa al poder político, que sirve a los ciudadanos y al propio Estado para medir su desarrollo humano. De modo que el camino fundamental, que conduce social y políticamente al desarrollo humano “pasa a través de cada hombre, a través de la definición, el reconocimiento y el respeto de los derechos inalienables de las personas y de las comunidades de los pueblos”.

En ese sentido los Derechos Humanos deben ser siempre garantía de paz. El no a la guerra y al armamentismo está vinculado a ellos. Porque como dice el Papa, “el espíritu de guerra, en su significado primitivo y fundamental, brota y madura allí donde son violados los derechos inalienables del hombre”. Al contrario, su plena vigencia nos ayuda a saber respetar la igual dignidad de todo ser humano, a aceptar la responsabilidad solidaria de “satisfacer las necesidades esenciales del hombre” y el ejercicio de sus libertades, y conducirle así “a su plena dimensión humana”. Los derechos humanos son en este sentido parte de los valores espirituales de la humanidad, que deben ser prioritarios frente a los valores materiales, que tienen su importancia pero que no pueden sustituir a los valores básicos morales.

Entre las amenazas a los valores espirituales el Papa nos dice los siguiente: “el abismo entre la minoría de los excesivamente ricos y la multitud de los miserables es un síntoma muy grave en la vida de toda sociedad”. Para vencer esta amenaza el Papa insiste en la libertad religiosa como vínculo moral con el bien común y los Derechos Humanos, así como el respeto a todos los valores que surgen del espíritu humano. El Papa termina su alocución a la Asamblea general de la ONU expresando su deseo de un futuro mejor para los que entonces eran niños, y para que todos los seres humanos “puedan vivir y fortificarse con la fuerza moral” de los derechos humanos. Ellos son la mayor garantía de la paz entre los pueblos y dentro de las mismas naciones. La defensa de los Derechos Humanos es, pues, para quienes seguimos al Señor Jesús, una responsabilidad cristiana, pues es un instrumento indispensable tanto para la convivencia en paz y respeto y amistad social, como para el desarrollo de los valores ciudadanos y éticos.