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Editorial

Cosas veredes


Redacción YSUCA / 24 noviembre 2021 / 8:26 pm

Editorial UCA
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La salud es uno de los temas que más preocupan a la población salvadoreña, no solo debido al covid-19, sino también por otras enfermedades de larga data e incidencia: insuficiencia renal, hipertensión, diabetes, distintos tipos de cáncer. Enfermedades que se conjugan con las enormes dificultades que enfrentan las mayorías para recibir adecuada atención y tratamientos médicos, tanto en la red de salud pública como en el Instituto del Seguro Social.

El cierre de facto de las escuelas debido a la voluntariedad de la asistencia a clase y la implementación de la educación a distancia está impactando en el aprendizaje de los niños, generando un mayor rezago educativo y obstaculizando el desarrollo de habilidades sociales, lo que tendrá graves consecuencias para estas generaciones. La entrega de equipos tecnológicos, la formación en educación en línea para los maestros, los programas educativos televisivos y la elaboración de guías de aprendizaje no han logrado mantener el proceso de enseñanza y aprendizaje al nivel prepandemia.

En general, el costo de la vida se ha disparado considerablemente en lo que va de este año, golpeando de manera clara la economía familiar. Han subido los precios de los alimentos, la gasolina, los servicios básicos, con lo que el aumento al salario mínimo ha quedado neutralizado.

Decenas de miles de salvadoreños no tienen otra alternativa que viajar hacinados en el transporte público, especialmente en las horas pico; viajes que se eternizan por el creciente caos vehicular y los congestionamientos. Por su lado, los empresarios del sector vuelven a reclamar un incremento en las tarifas, asegurando que la disminución de la demanda, el alza del precio de los combustibles y los costos de operación hacen inviables a sus empresas.

La criminalidad campa a sus anchas. Las extorsiones están a la orden del día; sus montos se han incrementado, así como la presión para pagarlos. Se ha incrementando también el número de personas reportadas como desaparecidas; una situación que parece no preocupar a las autoridades. Estas no solo han ignorado el hecho, sino que han tenido la desfachatez de culpabilizar del delito a las propias víctimas. El encuentro de diversas fosas clandestinas evidencia con crudeza que el control de los territorios y la baja de homicidios son solo un mito, un recursos publicitario.

Pese a su gravedad y ubicuidad, estas realidades de las familias salvadoreñas no encuentran eco en las autoridades. Sus intereses y prioridades parecen estar puestos en otros grupos: los surfistas, los dueños de mascotas o los fanáticos del bitcóin; y en otros temas: acabar con las ONG que han suplido los déficits del Estado en la atención a la población más vulnerable, ahogar a los municipios disminuyendo sustancialmente su financiamiento, apropiarse de los fondos de cooperación internacional, expropiar con facilidad, acusar falsamente, acosar a quienes defienden los derechos humanos y el sistema democrático. Ya lo decía un refrán castellano muy antiguo: “Cosas veredes, amigo Sancho, que harán hablar a las piedras”.