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Opinión

Lecciones de una caída en desgracia


Redacción YSUCA / 11 enero 2023 / 10:49 am

Por Rodolfo Cardenal, S.J.
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La caída de la alcaldesa de Soyapango no se debe tanto a la corrupción ni a la mala administración municipal. No es la única que se ha aprovechado del poder del oficialismo para practicar ambos vicios; no pocos colegas suyos hacen exactamente lo mismo. Más plausible es que haya traspasado el límite permitido a los subalternos del supremo. Quizás también se haya visto comprometida en alguna lucha de poder dentro de las filas del oficialismo. Una vez caída en desgracia, ha sido exhibida como un ejemplo de lucha contra la corrupción. Su destino es también una advertencia sobre la transitoriedad del poder mundano.

Hoy como ayer, la corrupción campea por sus respetos. Los corruptos gozan de mucha libertad para sus fechorías siempre y cuando se mantengan en el sitio asignado por el supremo y le sean incondicionales. Es difícil pensar que un régimen tan centralizado como el de los Bukele desconozca la corrupción y a los corruptos. De alguna manera, estos cuentan con su beneplácito. Si la corrupción fuera combatida con acuciosidad y rigor, hace tiempo habrían caído muchos otros funcionarios y en posiciones más altas que la alcaldesa. Su error no consistió en valerse de su cargo para acrecentar su fortuna, sino en haberse propasado. Si Bukele persiguiera la corrupción, tal como asegura, no ocultaría casi toda la información sobre su gestión. Al contrario, animaría a la ciudadanía a denunciar a los corruptos. Incluso la recompensaría. En este campo no solo no hay novedad, sino que se encubre deliberadamente cualquier indicio de corrupción.

No obstante, el presidente dice bien que “si queremos avanzar como sociedad, debemos entender que [la captura de la alcaldesa] es una necesidad […] ineludible”. Pero un caso aislado, más bien excepcional, no indica la existencia de una voluntad de combatir la corrupción. Evidentemente, existe conocimiento del flagelo y del gravísimo daño que ocasiona. Pero es más fuerte la idea de que el cargo público es para mejorar la fortuna personal, familiar y de los allegados cercanos. Este concepto del Estado y de la gestión pública permanece inalterado desde tiempo inmemorial. Los revolucionarios de antaño lo aceptaron. Las nuevas ideas de los recién llegados no han podido resistirse y le sacan el máximo provecho.

La suerte de la alcaldesa de Soyapango pone de manifiesto el fracaso de la gestión municipal del partido oficial. Pudo ser de otra manera, pero eso era mucho pedir a la nueva generación de advenedizos y aventureros. La basura ha sido la prueba de fuego de la funcionaria defenestrada. Mientras los legisladores del oficialismo sancionan con dureza tirar basura, una de sus funcionarias la deja abandonada en la vía pública de su municipio. Inexperiencia y desidia. En esto tampoco es única; ha tenido colegas que sin mayor razonamiento técnico emiten ordenanzas propias de iluminados.

Reducir drásticamente la cantidad de municipios es otra ocurrencia irreflexiva. El problema no es la cantidad de municipios, sino la mala gestión, la corrupción rampante y el abandono de las comunidades de la circunscripción municipal. Paradójicamente, la municipalidad es la institución estatal mejor capacitada para servir a la ciudadanía por su familiaridad con el terreno y sus desafíos, y por su cercanía con la población. Siempre existe el peligro de la gestión inapropiada y la corrupción, pero ambas se combaten con instituciones fuertes y eficaces, con información veraz y oportuna, y con una ciudadanía que, consciente de sus derechos, exige y vigila de cerca a los funcionarios.

No obstante las ventajas evidentes, la descentralización de los servicios y necesariamente también de los recursos es percibida como una amenaza intolerable para un poder centralizador y autoritario. El dilema de Bukele es que no puede tener ambas cosas: entregar servicios oportunos y de calidad a la ciudadanía, y centralizar los recursos y el poder. La centralización no ha producido más y mejores servicios. Bukele entrega obras innecesarias y deja otras sin concluir, mientras despilfarra unos recursos escasos. Los servicios son menos y de menor calidad.

Las verdaderas razones detrás de la caída de la alcaldesa de Soyapango no son claras. No era suficientemente cercana al poder ni era imprescindible. La inmunidad presidencial cobija a los grandes e incondicionales. A los medianos y los pequeños los entrega a los lobos y encima los pone como ejemplo de transparencia. La alcaldesa ha prestado un valioso servicio al régimen: su caída estrepitosa ha sido utilizada para ocultar la corrupción generalizada.

* Rodolfo Cardenal, director del Centro Monseñor Romero.