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Información no reservada

“Estar en ese penal es como un campo de concentración”: hablan las víctimas del régimen


Redacción YSUCA / 24 diciembre 2022 / 12:55 pm

Foto de la Presidencia de la República | Retomada de www.presidencia.gob.sv

Primera entrega


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Por Kenia Gómez 

Los nombres de las fuentes se han cambiado para su protección 



Desesperanza, miedo y angustia. Es lo que se percibe en los centros donde están recluidos los capturados en el régimen de excepción. YSUCA  conversó con algunos de los capturados de manera arbitraria que salieron libres, porque la Fiscalía no pudo comprobar que pertenecían a grupos criminales. En otros casos, sus familiares narran las historias, entre una mezcla de rabia, decepción y tristeza. 

YSUCA también habló con personas que por distintos motivos han ingresado a los penales y han sido testigos de las condiciones en las que se encuentran los detenidos. 

Estos son algunos de los testimonios… 

Era mediodía del 30 de abril de 2022 cuando capturaron a Jorge. Fue en las cercanías de la 75 Avenida Norte, de la Colonia Escalón, de San Salvador. Los agentes de la PNC lo capturaron cuando se encontraba limpiando parabrisas de los vehículos que transitaban por el lugar. Lo entrevistaron y lo llevaron a una delegación policial cercana, haciéndolo firmar un documento, cuyo contenido Jorge no conocía. Luego de firmar, lo dejaron en libertad. 

Pero ese mismo día, a las cuatro y media de la tarde, los policías regresaron y de nuevo lo detuvieron, ahora bajo el argumento de ser acusado de agrupaciones ilícitas, por ser colaborador de pandillas, por lo que fue remitido hacia las bartolinas de “El Penalito”, siempre en San Salvador. 

Lo tuvieron en ropa interior, no le permitían el ingreso de agua ni alimentos. “Después supimos que lo habían trasladado a un centro penal, pero no sabíamos a cuál. Fue varios días más tarde que nos enteramos que estaba en el Penal de Izalco, cuenta uno de sus familiares. 

Desnudar a hombres y mujeres y tocar sus genitales con el argumento de buscar droga o instrumentos que puedan ingresar a los penales, es  lo más común. Sucede antes de entrar a los centros, es parte del protocolo.  Lidia también lo vivió, cuando fue víctima del régimen.



El ambiente al interior de los penales es agobiante, las láminas se calientan demasiado. A partir de las 10 de la mañana, hasta las 4 de la tarde el calor es insoportable. 

Las celdas están calculadas como para 78 personas, pero con el régimen las han saturado hasta con 170 personas. 

Las torturas sí existen en las cárceles de El Salvador 

Los custodios amenazan con echar gas pimienta y cuando las reclusas no se callan, cumplen su amenaza. A las 9 de la noche nadie debe pronunciar ni una palabra, “solo los grillos se deben escuchar”, dice Lidia. Si alguien habla o conversa con otra puede ser golpeada por los custodios. 

Otro castigo es no permitirles salir a los sanitarios. Les llevan una cubeta para que hagan sus necesidades. Hasta que la cubeta se llena la sacan de la celda, mientras tanto permanece en medio de las casi 200 detenidas que hay en las celdas.



Las mujeres que son colgadas de las esposas o enviadas al cuarto oscuro o calabozo es porque “se han portado mal”, que significa haber alzado la voz a un custodio  o a las encargadas de la celda. Hacer ruido o reírse fuerte también puede ser causa de castigo. Otras mujeres son golpeadas hasta por los directores de los centros penales.


Imagen de referencia


Esto le pasó a una de las arrestadas en el penal de Apanteos, donde fueron trasladadas, cuando cerraron la cárcel de Ilopango. Tomó unas quesadillas que llegaron en un paquete que era para otra persona. 

Fue golpeada por el custodio, y hasta por el director del centro penal. “Le dieron una buena penquiada,  hasta el director del centro penal, el señor Milpa le pegó a la muchacha. Le pegó un custodio, le pegó la custodia. La dejaron morada y le dijeron que andaría de sector en sector”. Ese fue su castigo,  es una agresión bárbara, cuenta quien convivió con ella en la misma celda. La llevaron al cuarto de castigo y nunca la volvieron a ver. 

Los golpes y la rociada del gas ha hecho que muchas mujeres que estaban embarazadas pierdan a sus bebés, de eso Lidia ha sido testigo. Otras mujeres no han soportado la presión a las que son sometidas en el penal y han ido a parar al hospital psiquiátrico. Otras en solo meses han desarrollado insuficiencia renal y taquicardias, otras pierden el conocimiento. Las madres, sobre todo, lloran al recordar a sus hijos, dice Lidia. 

Cuando no están castigadas, para ir al baño salen en bloques de 20, de cada celda para usar los 15 baños que hay en ese centro penal. No pueden ir al baño cuando sienten la necesidad de hacerlo. Deben esperar su turno, que puede tardar muchas horas. 

Todas estas condiciones tienen consecuencias graves. 



Muchas mujeres entraron sanas a los penales, pero  las duras condiciones al estar arrestadas han deteriorado su salud en poco tiempo. 

Duermen en catres unidos.  Siete mujeres arriba, siete abajo y otras siete abajo de los catres en el suelo. Ahora ya hay colchonetas en el suelo y sobre los catres, antes dormían en las láminas que están sobre los catres en lugar de colchón. 

Esos beneficios los obtuvieron por intervención de la Iglesia Católica, la Cruz Roja y la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos, asegura otra de las detenidas que estuvo en uno de los centros penales del país. 

Dormir es complicado en una celda, sobre todo para quienes les toca dormir en el suelo. Deben hacer una fila, pero como el espacio es tan ajustado, si una quiere darse vuelta, todas deben hacerlo, de la primera a la última de la fila. 

Lavan su ropa hasta los 4 u 8 días, para bañarse debe hacerlo con  tres guacaladas de agua, no hay más. Al menos en el centro penal donde estuvo Lidia, sí había agua para beber, aunque es escasa. 

El bebé que casi nace en la celda 4

Laura “no sabía que estaba embarazada”, dice Lidia, “porque el estómago no le había crecido”. Le agarraron los dolores de parto en la celda 4 del sector 5. Se la llevaron al hospital y la regresaron el mismo día. 

Una vez tienen a su bebe las mujeres son trasladadas junto a sus recién nacidos a la Granja, que es otro espacio del centro penal de Izalco,  donde están las mujeres embarazadas o quienes han tenido a sus bebés.



El Estado es responsable de tutelar los derechos de los recién nacidos  en los penales, menores de edad que no han cometido ningún delito, dice un médico psiquiatra con el que YSUCA conversó. 

El Estado debería hacer públicas las condiciones en las que están las madres y sus hijos que a raíz del régimen de excepción están recluidos en los centros penales.


Foto cortesía MOVIR


El médico que habló en condición de anonimato confirmó la existencia de casos de mujeres embarazadas arrestadas en el régimen que han dado a luz en los centros penales. Otras son llevadas al hospital y regresan con sus bebés al penal de Izalco. Esta condición genera estrés en las madres, que es adquirido por los recién nacidos, señala el médico psiquiatra. Pero ¿Quién responderá por la salud de estos niños? ¿Qué pasa con la Ley Nacer con Cariño?, cuestiona el médico.



Los derechos de los niños y las mujeres son doblemente vulnerados al interior de los penales. En el penal de Ilopango, cuando las mujeres aún no habían sido trasladadas a otros penales, Lidia se enteró de un caso de una mujer que falleció. “Una señora murió en Ilopango, en materno. Cuando les da la taquicardia, no vaya a creer que sale el custodio corriendo, aunque usted diga emergencia, emergencia. No, al custodio le da igual”, dice Lidia. 

A Isabel le han dado varios derrames. Tiene un poco más de 40 años, dice Lidia.  No ha soportado extrañar tanto a su hija de 12 años. 

Lidia le daba ánimos, “debe ser fuerte”, le decía. Pero en las cárceles y en las actuales condiciones de hacinamiento, que ha aumentado a raíz del régimen de excepción, las palabras no son suficientes. 

Lo que más duele allá adentro, dice Lidia, es cuando entra una nueva capturada y va con la noticia que hay otra prórroga del régimen de excepción.



El trato que se les da a los capturados durante el régimen de excepción es en muchos aspectos injusto y violador de derechos básicos, dice el padre José Maria Tojeira en su artículo “Privados de libertad y justicia”.  


Foto Presidencia de la República


Tojeira agrega que “poner en riesgo la salud de los detenidos, golpearlos y aislarlos son violaciones serias a normativas de derechos humanos” (…)  Son personas, no daños colaterales en una supuesta guerra en la que los vencedores se dan el lujo de arrasar con el enemigo, caiga quien caiga.