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Editorial

Discursos vacíos


Redacción YSUCA / 14 enero 2019 / 4:30 pm

Editorial UCA

14/01/2019

Hay temas e ideas que se ponen de moda, que pasan a ser bien vistos, incluso asumidos, por los ciudadanos. En la medida que los políticos perciben que esas ideas o temas son aceptados por la población, buscan repetirlos, plasmarlos en sus programas. Y eso, por supuesto, se intensifica en los contextos electorales. El actual no es la excepción. Las promesas se acumulan, se organizan debates que no lo son, se multiplican las descalificaciones entre los candidatos y se impone un lenguaje que si bien es políticamente correcto, en realidad está vacío. Por la importancia de lo que se decidirá el 3 de febrero, merece la pena, precisamente para poder entrar en un verdadero debate, desenmascarar esas formas de hablar que pretenden conquistar votos antes que generar compromisos con El Salvador.

Todos los candidatos dicen estar interesados en la educación e incluso suscriben acuerdos comunes sobre el tema, pero ninguno ha tenido la capacidad ni el interés de enfrentarse a los diputados que aprobaron un presupuesto de educación para este año que choca con las promesas de campaña. Ese silencio de los candidatos, ¿significa algo? Por lo visto, parece que primero prometen y después, si hay suerte y se puede hacer algo, ponen su pequeño añadido sin en verdad resolver el problema. Dar computadoras y enseñar inglés sin mejorar las matemáticas, la lectura comprensiva y la creatividad literaria sirve de muy poco para el desarrollo. Menos aún si persiste la terrible desigualdad en calidad y recursos que caracteriza al sistema educativo. Si tan siquiera se hubiera urgido a la Asamblea Legislativa a aprobar la propuesta de Unicef para la primera infancia y a fijar en el Presupuesto General del Estado los recursos necesarios para ella, algo podríamos creerle a los candidatos. Pero eso no sucedió.

Otro tema en el que manifiestan una especie de acuerdo general es que la seguridad se enfocará desde una óptica preventiva, no de mano dura. Está muy bien. Y es lógico que digan eso ante las continuas denuncias de violaciones a derechos humanos y el fracaso de la política de represión del delito. Sin embargo, ¿realmente piensan así o les han dicho que hay que decir eso? En agosto del año pasado, cuando ya los candidatos tenía presencia en los medios de comunicación, la Asamblea Legislativa convirtió en ordinarias las medidas extraordinarias para los centros penales. A pesar de que esas medidas son claramente de mano dura, no cumplen con estándares internacionales de derechos humanos e inciden en la violación de los mismos, ningún candidato ha criticado la decisión. ¿Son confiables sus promesas? Si al menos alguno de ellos pidiera respetar las recomendaciones de no mezclar en cárceles y bartolinas a personas acusadas de delitos con reos ya condenados, algo de confianza habría en que saben de qué hablan. Pero prefieren mantenerse en el plano de las generalidades, sin descender a los detalles, con el agravante de que dicen casi lo mismo, por más que afirmen ser diferentes.

Y así como hay coincidencias en algunas generalidades temáticas, también coinciden en ciertos puntos ciegos. Por ejemplo, poco o muy poco hablan de salud. A pesar de los avances alcanzados durante la época en que fue ministra la doctora María Isabel Rodríguez, la salud pública es deficiente. La grave epidemia de enfermedades renales que hay en el país ha sido adecuadamente investigada por médicos competentes del Ministerio de Salud. Y es evidente que si se quiere enfrentar tan grave problema, hay que, entre otras medidas, tocar intereses de la agroindustria vinculados a la utilización de tóxicos. La ignorancia, el silencio y la posible complicidad con intereses médicos particulares y con el capital agroindustrial parecen mandar en este terreno. Con un sistema público de salud de doble dimensión y doble trato, claramente reproductor de desigualdad y marginación social, y con unos candidatos desentendidos de las epidemias que sangran al país, la perspectiva de futuro no ofrece muchas esperanzas.

Para finalizar, otro vacío: ninguno de los candidatos se ha atrevido hasta ahora a comenzar un debate serio sobre la reforma fiscal que permitirá materializar sus bellas promesas. ¿Miedo? ¿Compromisos establecidos con el gran capital? El pueblo salvadoreño debe saberlo: sin una reforma fiscal progresiva, que obligue a aportar más a quienes tienen más, la mayor parte de las promesas electorales son discursos vacíos.